miércoles, 3 de diciembre de 2008

Un día de mierda

Ninoninoni!!!!! Ninoninoni!!!
- Mierda, miércoles!!!
Rezongó como cada mañana con el absurdo pitido del móvil que la despertaba. Ya no recordaba el motivo por el que había enviado a un sórdido final a su auténtico despertador, sí, ese demonio sonante, que después de imitar soezmente el bramido de una vaca aún cometía la osadía de darle los buenos días. En este momento también aniquilaría su teléfono, ese obsoleto modelo de Nokia que tantas risas generaba entre sus compañeros de oficina. Pero su orgullo pesaba más que su vergüenza y ni de coña pensaba jubilarlo aún, ni de coña.
Total, que ni haber estampado el Nokia contra el aparador (y eso que sería matar dos pájaros de un tiro) cambiaría lo inevitable: era Miércoles. No conocía el odio al lunes, ni a la tarde del domingo, toda su ira se concentraba en el maldito miércoles. Y no era poca, no señor.
Y como no, con esa predisposición de mierda, ese miércoles no estaba dispuesto a decepcionarle.
Para empezar, un frío del carajo, del carajo. La ventana empañada hasta las trancas y el clásico estertor de tuberías hasta que consiguió que saliera, menos mal, humo del agua. ¡Por fin! Con aquella humedad el baño era Londres, pero eso era lo mejor que le había pasado en lo que iba de día.
Ducha rápida, brrrrrrr, me muero!!!
Mientras la leche esperaba girando en el microondas intentó hacer un planning de su mañana.
-¡Qué coño haces Gina! ¿Se puede saber qué intentas racionalizar hoy? Que es miércoles boba, no hay nada en lo que pensar.
Otra gris mañana de oficina en la que el único consuelo era escaparse al café con Sara. Ella le aburriría con su verborrea, como siempre, pero era sencillo interactuar con ella. Era de las que lo decía todo, e incluso se respondía ella misma a sus bobaliconas reflexiones en voz alta. Bastaba con un "aja" de vez en cuando y un "no me digas" a tiempo y todo marchaba sobre ruedas. Por lo menos saldría de la ociosa cárcel de miércoles por un rato al bar de enfrente, que también era Londres pero por otro motivo.
Recogió al vuelo su chaqueta del mueble de la entrada, desde que estaba sola había renunciado a colgarla, y se encaminó a la puerta de salida. Los ojos verdes de Pancho la escrutaron de arriba a abajo, pero el muy perezoso no se movió ni un ápice en su cuna felina. "Bien, desidia con desidia se paga querido" y salió dando un sonoro portazo como si el pobre pudiera entender algo de su rollo de vida. Que sí, ya nos podemos imaginar al pobre del Pancho acercándose un minuto después al calendario y, al ver el día tachado en negro, afirmar "Claro, miércoles, era miércoles".
Después de unos nada despreciables minutos el coche parecía lo suficientemente desempañado para no tener que aflojar la cartera si se cruzaba la Guardia Civil de Tráfico y arrancó.
Primera curva, por fin veía el mar. Eso solía relajarla, en ocasiones se dejaba mecer con su ronroneo y podía permanecer horas en "su piedra" dejándose acariciar por la bruma. Pero hoy el mar saltaba embravecido, tragándose vorazmente los riscos irregulares de la costa y al verlo así le entró el pavor y se puso de nuevo a temblar.
Siguiente curva y la cosa no hacía más que empeorar. Ahí venía ella, con el casco calzado recordando penosamente a la hormiga atómica y con la que caía subiendo la cuesta que Gina bajaba. "¿A dónde coño irá Sara con la vespino en dirección contraria a la oficina?". Mierda, ni la opción del café-escapada parecía estar habilitada esta mañana. Pero hubo algo que por lo menos la hizo sonreír, y fue el hecho de que la chica más "chick", de la oficina, el pueblo y parte de extranjero se resignara a salir a la calle con ese casco. Por fin, la ironía socarrona volvía a asomar, era la de siempre, quedaba un resquicio para la esperanza.
Paso de peatones, llovía a chuzos y estuvo a punto de acelerar para ver si propagaba al menos un poco la "epidemia del mal día" baldeando a aquella pareja de jubilados tocapelotas. Pero se abstuvo, solía gozar con esas cosas, pero si no era su día, no era su día.
Arrastró su maltrecho cuerpo por la oficina y se sentó en la mesa de su despacho, como cada miércoles, a simular que tenía un millón de cosas interesantes que actualizar. Y recordó una vez más porqué aborrecía ese día, no tenía nada que hacer, nada. Y volvió a temblar. La inactividad le hacía pensar y si pensaba terminaría pensando lo que no quería pensar y...Sólo el principio de este razonamiento la dejó agotada. "Joder, esto va a ser peor de lo que pensaba".
De repente le pareció escuchar un ruido en su puerta. No daba crédito la pobre cuando ésta se abrió cosa que, claramente, nunca hacía los miércoles. Asomó la nariz respingona y, tras ella, la sonrisa de Sara. Ya estaba ella perfectamente atusada, vestidita a la moda como era su costumbre y con la metralleta verbal cargada para variar.
- Pinché la rueda antes de llegar a la central con los documentos que me mandó llevar el "Gran Jeque"- dijo arqueando la ceja en dirección al despacho vacío del jefe supremo- Y lo peor es que casi me estampo.
-Por fin, suspiró Gina para sus adentros. Por fin una buena noticia.

1 comentario:

Dani Blazquez dijo...

Me alegro que te haya gustado esa versión. Que te sea leve el trabajo, un beso!